—Para nuestro máximo filósofo, Tlopan —sentenció el extraterrestre— el tiempo es la imagen móvil de la eternidad. —Lanzó un eructo por el apéndice fungiforme que coronaba el conducto respiratorio y alzó la vista para desafiar a su interlocutor. Pero éste no se inmutó.

—Sólo imita la eternidad —replicó— y se desarrolla en círculos, según la concepción cíclica del tiempo. —Era un robot cantinero, un diseño especializado creado por el Hombre antes de extinguirse. La llegada del extraterrestre aficionado a las bebidas alcohólicas lo había sacado de una apatía que amenazaba con aniquilarlo.

—Según el número —dijo el extraterrestre—. El movimiento de los cuerpos en el espacio mide el tiempo.

—¿Es irreversible? —El robot sobrepasó el límite de frotamiento y rompió el vaso. En otras circunstancias se podría haber dicho que estaba nervioso.

—¿Si lo fuera?

—Sería distinto —se apresuró a decir el robot.

—Comprendo —dijo el extraterrestre—: los míticos... hombres. Hombres, se llamaban, ¿verdad?

—Sí.

—Debían ser perversos. Un robot filósofo es una broma de mal gusto.

—No lo siento así. Y en todo caso no importa. —Apoyó las manos cromadas sobre la barra y apretó con fuerza—. ¿Dice que ustedes son capaces de viajar por el tiempo? ¿No se burla de mí?

—¿Por qué habría de burlarme?

—Ha tomado litros de licores pesados.

—Soy un bebedor muy entrenado. ¿Adónde te interesa ir? ¿Al futuro?

—No, al pasado.

—Al pasado. —El extraterrestre bebió un último trago y movió todas las extremidades de un modo aparatoso—. De acuerdo, no me importa; no es mi planeta.

—Espere aquí un momento —dijo el robot destellando como un poseso—. Iré a buscar unas células... iremos... las pondremos... las plantaremos... en... en... Ya regreso.

—Sí, está bien, no hay apuro. —Esperó a que el robot desapareciera tras la cortina y tomó un buen trago, directamente de la botella—. Es igual en todas partes: la fidelidad del esclavo no se extingue. También eso es cíclico.


Última modificación: viernes, 5 de junio de 2020, 12:20